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¿Cuál es tu película favorita?

En algún momento, alguien quiso hacerte esta pregunta, trivial, sencilla y favorecedora para poder conocer tu gusto. Sin previo aviso aparecen mil películas, cientos de documentales y alguna que otra serie por tu mente. No estás segura de la respuesta que vas a dar y durante una milésima de segundo empiezas a pensar. ¿Con cuál lloraste mas? ¿Cuál fue la mas graciosa? ¿Quizás alguna de tu niñez?...


No se sabe con certeza, es una pregunta muy especifica que conlleva una respuesta demasiado genérica. Buscas una película cuyo inicio sea tan intenso que te tenga enganchada desde el momento uno.

Los personajes, poder enamorarte y llegar a odiarlos con toda tu fuerza, que el actor, que la actriz sea capaz de evadirse de su propia esencia para fundirse en una persona totalmente distinta, sentirte identificada con algunos y comprender a otros que no se parecen a ti. Los paisajes, las escenas y los movimientos de cámara, ver una evolución de luces a lo largo de la trama y desear sentir el viento que acaricia el pelo de los protagonistas, poder oler el desayuno y la merienda que la historia es capaz de crear. Todos los objetos sincronizados de forma asimétrica alrededor de una habitación, un cuadro, una libreta, un vaso y un coche. Que la luz del sol ficticio y el sonido de algún mar inexistente cale en tu ser para sentirte dentro de ese momento. Moverte, ir de la mano de la persona que interactúa con la película, escucharlos y verlo, verlo todo, pero con cierto misterio. Los cambios en el tiempo y los giros inesperados de cámara, de historia, de hilo musical.

La música, (¡oh dios mío, la música!) debe captar todo aquello que es imposible contar con palabras, con hechos y con personas, una banda sonora que al escuchar esas primeras notas te hagan sentir lo que sentiste al ver, al oír y al presenciar esa escena. Y, bueno, el final, debe ser caótico y catastrófico, que el espectador tema la posibilidad de que se acerquen los últimos minutos de una película que nunca volverá a ver con los ojos de esa primera vez. Soltar una, quizás dos lagrimas al conocer el fin de una trama con altibajos, con un toque de drama y otro de comedia, enlazada con una pizca de romanticismo. Y que acabe, y que cuando aparezcan las primeras letras de agradecimientos tu recuerdes las escenas que mas te gustaron, creas una posible continuación, tu mente reinventa, tu mente piensa, porque la película es capaz de hacerte recapacitar, es capaz a través de un corto con pinceladas de thriller psicológico y terror, sacar ese pensamiento oculto que no podía emerger en ti por el simple desconocimiento, por la simple razón de la no existencia.

Aparece el fondo negro, el mítico, común y básico fondo negro, y en ese momento, cuando te has secado las lagrimas con la manga de tu sudadera, pijama o camiseta, cuando te has levantado del sofá, de la butaca del cine o de tu cama, sabes que esa, esa ha sido y será por siempre tu película favorita.

No, todavía no he encontrado esa película, me falta poco, lo sé. Y también sé que la encontraré.

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