TREINTA Y SEIS MINUTOS
- Lola Mars
- 30 may 2019
- 1 Min. de lectura
Lo que duele no es recordar un amor pasado. Sino darte cuenta de que no tienes ningún recuerdo porque nunca existió. No pido el amor de mi vida, pero si historias que contar y no imaginar. No pido ahora, pero si quizás mañana o dentro de un rato. No pido ganas, pero si ilusión. No pido nada, pero lo quiero todo.
Eso que la gente llama juventud, yo ni siquiera he llegado a rozarla, quizás voy tarde o a lo mejor el tiempo solo corre lento.
Mi padre siempre decía que el ser humano era el único animal que se llegaba a preocupar por lo que nunca llegaría a pasar. Mi padre se preocupaba por todo a todas horas. Mi padre era un hombre sabio pero la práctica la llevaba mal. La preocupación es lo que alimenta el miedo y ojalá vivir sin miedo. Como se lo llegué a escuchar a Nina, no fears. Y me pregunto entonces si yo si seré capaz alguno de estos días que componen mi vida, pasar al menos treinta y seis minutos sin miedo, sin preocuparme por el amor, la existencia y la paz porque son la mayor irracionalidad que no he experimentado en mi vida. Una vida que aún no ha durado más de dos décadas, un par de décadas fugaces que no volverán a pesar de que las extrañe.
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