Nunca estuvo
- Lucía López
- 4 dic 2022
- 2 Min. de lectura
Es una especie de sensación oscura. Es un sonido frio como el cristal, una percepción intensa y desgarradora. Nadie sabe cómo se alimenta, y nadie sabe como hacerlo desaparecer. Pero permanece, y no se le puede despedir con un simple adios.
Lo entiendes, no en ese mismo instante, pero sí que entiendes que este ahí y comprendes perfectamente porque lo está.
Los momentos se distorsionan y se mezclan en el espacio que existe entre tu memoria y el presente de los hechos. Si te paras en silencio, eres incluso capaz de escuchar que es lo que quieren decir, pero entre el caos que se genera y la rabia que poco a poco emana de lo que eres ahora, hace que pierdas la partida. Una partida que llevas jugando desde que decidiste perdonarte; desde que decidiste que, aun no ganando, creerte perdedor no era la mejor de las opciones.
Es entonces, cuando te derrota; y cuando te das cuenta que no solo existe tu yo de antes, ni que tampoco debería existir ese ente que has perdonado y que quiere convertirse en algo que no eres ahora, alguien enfadado y con ira.
El enfado es un acto reflejo que intenta luchar una batalla pasada que se ha perdido y que no puede volver, porque nunca vuelve. Miento, vuelve, pero no de la misma forma, no en las mismas condiciones, no con las mismas personas, incluso ni contigo mismo, porque tú no eres el mismo. Pero eso es bueno, no tienes que pelear, no tienes que jugar una partida que ya has perdido. Recuerda los movimientos y las acciones erróneas que te dejaron esas marcas tan profundas en tu ser y que te negaron seguir siendo la persona que eras, porque ya no lo eres.
Nunca ha estado la opción de ser feliz porque nunca te has dado la oportunidad de serlo. Juega las partidas en tu presente, sigue perdonando a la persona que eras por perder las batallas que no te tocaban pelear y quiere a aquellos que llegan a tu ahora con la oportunidad de hacerte sentir la persona que te mereces querer.
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